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miércoles, 30 de noviembre de 2011

FAMILIA

Mi primer recuerdo
Creo que tengo buena memoria: soy bueno con los nombres, estudio Derecho y nunca me olvido de los cumpleaños de mis familiares más cercanos. Entrando un poco más en el tema del que quiero hablar, creo que una cosa dejó una huella imborrable en mi vida. Me explico, siempre que hago un ejercicio retrospectivo y pienso sobre mi más tierna infancia y sobre los primeros años en este mundo, me viene a la cabeza como mi primer recuerdo, una imagen muy particular: yo estaba sentado en un carrito de madera y mi hermano mayor me estaba empujando desde atrás, recorríamos el patio de mi antigua casa esquivando los arbustos y los huecos, mis padres corrían por atrás de nosotros y vigilaban que no nos hiciésemos daño. Jamás podría olvidar el sentimiento de emoción que me invadía en el cuerpo, la felicidad que rebosaba de las carcajadas de mi hermano y las caras de preocupación de mis padres mientras corrían –cuando lo recuerdo, me pasa una corriente por la espalda y se me hace un nudo en el estómago–. Lo curioso de mi recuerdo es que yo tenía apenas tres años recién cumplidos y mi hermano cinco, y lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Cuando lo cuento a la gente, muy pocas personas creen que mi primer recuerdo es a tan corta edad, pero puedo asegurar que he pensado muchísimo sobre el tema y sigo convencido de que es mi primer recuerdo, es más creo que mi memoria empezó a funcionar a partir de ese maravilloso evento.
Es una lástima que la gente no me crea, es más, me apena muchísimo que la gente no tenga recuerdos como este. En lo personal, haría lo que sea por recordar lo que hicieron mis padres –y mi hermano– antes de que yo alcanzara el uso de razón. Con esto no me quiero hacer ver como superior a nadie, todo lo contrario, quiero resaltar la posición sumisa y la debilidad que siento por mi familia. Aprendí tantísimas cosas con ellos: a hablar, a montar bicicleta, a jugar fútbol, leer, ser respetuoso con los mayores y muchísimas cosas más. Por esto, no puedo sentirme más unido a mi familia y tampoco podría terminar de agradecerles lo mucho que me han dado. Es que lo único que quiero transmitir con este ensayo es la importancia que ha tenido mi familia desde que tengo uso de razón: me siento orgulloso de decir que mi familia ocupa primer recuerdo y la mayoría de mi memoria.
Poco a poco mi familia fue creciendo, nacieron dos niñas hermosas, por fon mi madre tuvo más compañía. Rápidamente se convirtieron en las princesas de mi hogar, no perdieron el tiempo y se hicieron con el cariño de todos los de mi casa. Todos mis recuerdos de la infancia son agradables, creo que la memoria tiende a ocultar los recuerdos más desagradables y guarda los bonitos. Es cierto que las preocupaciones aumentaban con el paso del tiempo, pero la felicidad y la unión de la familia también. Las aventuras y desventuras con mis hermanas también se fueron colando en mi memoria y tienen vocación de permanencia.
Estoy convencido de que los recuerdos y vivencias (que estoy viviendo ahora) van a ser determinantes en mi vida futura: el ejemplo de mis padres como un matrimonio feliz; más en concreto, de mi padre aprendí a trabajar mucho y bien, de mi madre aprendí el sacrificio por los demás, de mi hermano mayor aprendí a ser constante y de mis hermanas menores he emprendido a ser atento y servicial con los demás. Pero no sólo he aprendido eso de cada uno, he aprendido mucho más y podría llenar páginas de esto, pero no es mi deseo.
No quiero extenderme mucho más ni tampoco quiero ser reiterativo. Pero me parece muy importante la idea de que con lo único que contamos llegados a este mundo es con nuestra familia y con lo que ellos tienen para ofrecernos. Es de ingratos no ser recíprocos e intentar agradar a nuestra familia por lo que nos han dado y nos darán siempre. Es cierto que nosotros no elegimos nuestra familia, pero podemos elegir si queremos que sea una familia de verdad o no.

LA JUVENTUD

¡Tranquilos! Esto va a mejor... espero
Es difícil definir “juventud” y encuadrar el término en un concepto. Se podría utilizar un criterio de edad (por ejemplo, de los 18 a los 30 años), experiencia (los que hayan vivido una cantidad de sucesos importantes) o responsabilidad (los que vivan con pocas). La RAE define “juventud” como una edad que se sitúa entre la la infancia y la edad adulta. Pero sigo sin aclararme: ¿Qué es la infancia?, ¿qué es edad adulta? Ciertamente es complicado, pero es comúnmente aceptado que una persona mantiene su juventud cuando es de corta edad, con poca experiencia en la vida y pocas responsabilidades. Pero en algo todos estamos de acuerdo, a los jóvenes nos gustan estar tres cosas: físicamente estamos en nuestros mejores años, somos guapos, no estamos arrugados y dormimos bien. Tampoco hemos vivido lo suficiente como para estar cansados y no hemos sufrido ni la mitad de lo que han sufrido nuestros padres. Por último no tenemos casi responsabilidades y hacemos lo que queremos sin mayores consecuencias. Lástima que esto no dura toda la vida, tarde o temprano se acaba y dejaremos de ser jóvenes.
Empieza lo difícil: ver el porvenir, ver más allá de la juventud. Pensar sobre el futuro es un tema pendiente entre nosotros los jóvenes; son pocos los que piensas en el devenir y se comprometen seriamente con él. Es difícil, lo sabemos, al menos a mí se me hace un nudo en el estómago, y es entonces cuando dejo de pensar y decido “no rayarme”. Pero sé que hago mal porque en realidad, cuando un joven deja de pensar, da paso al descontrol, pierde su personalidad y se pierde dentro del motón.
Saber estar entre un montón de gente es un cualidad de la gente joven (la gente mayor es escéptica de esto). Nos gusta estar siempre acompañados. Parecería que nos gusta sentirnos parte de algo -de un grupo-. Curioso que dentro de ese montón de gente, desaparece la personalidad individual y es en ese contexto cuando se cometen las mayores estupideces. Por ejemplo, un chico caminando solo en la calle, no realiza ningún acto de vandalismo; pero ese mismo chico, con su grupo de amigos pueden convertirse en personas totalmente distintas: una pandilla de vándalos. En general, la personalidad de los jóvenes se extingue cuando están dentro de grupos grandes y se ensalza en la intimidad del “uno contra uno”. Por esto, es más fructífero el intercambio de opiniones en conversaciones con poca gente.
Otra característica de la juventud es que nos gusta reuniirnos sin tener algo concreto planeado, simplemente nos encontramos en un sitio para preguntarnos ¿qué vmaos a hacer? Como dije antes, nos gusta hacer todo juntos: las mujeres van al baño juntas, los chicos nunca corremos solos y a ambos nos gusta quedar por el simple hecho de quedar. Esto dice mucho de los la juventud, disfrutamos de la compañía de otras personas y casi siempre evitamos estar solos. Creo que somos una generación bastante afectiva, cariñosa: al menos somos más afectivos de lo que fueron nuestros padres. Mostramos nuestros sentimientos con mucha facilidad y nos gusta ir con las emociones a flor de piel.
Modestia aparte, somos mejores que las antiguas generaciones. Como dije antes, tenemos la inteligencia emocional más desarrollada que otras generaciones. Pero no solo eso, sabemos más cosas, hemos viajado más, conocemos más gente y muchísimo más. Pero nos falta trabajar en algo muy concreto: el tono humano. Mi padre siempre me cuenta que antes un joven no vacilaba al ceder un puesto a un anciano en el autobús, en saludar a los vecinos, sonreír en la calle.. ahora hemos puesto esto en duda. Hemos adoptado una postura más “pasota” y decidimos dejar de lado los buenos modales para dar paso a la prepotencia.
Por último, pienso que los jóvenes somos conscientes de que el mundo que recibimos de manos de nuestros padres es realmente penoso comparado con el mundo que ellos recibieron de manos de los suyos, Lo sabemos, ahora el problemas es si vamos a ser igual a ellos o cambiaremos la absurda tradición de dejar el mundo en peores condiciones de las que nos lo encontramos. Lamentablemente, hay muchos jóvenes que no tienen conciencia sobre el entrono y no van a hacer nada para mejorarlo, es más, se empeñan en empeorarlo. Sin embargo, hay un núcleo de gente joven formándose en buenos colegios y universidades, en valores y cultura para hacer más agradable la estancia a las siguientes generaciones. Somos un grupo de gente joven que quiere entregar un mejor mundo del que recibimos. Si me preguntan, yo apostaría por la juventud.

LA CODICIA

Un saco sin fondo
La codicia es buena. No podría olvidar jamás el discurso de Gordon Gekko en la película Wall Street. Sin embargo, en mi opinión, la codicia no es realmente tan buena como dice Gekko. Históricamente, se ha demostrado que la codicia rompe familias, casas reales, imperios. Basta con mencionar el crack bursátil del 30, y mucho más cercano, en 2007. Cuando empezó la actual crisis económica todo el mundo hablaba de la irresponsabilidad y codicia de los grandes banqueros de Wall Street. Los dedos apuntaban a corporaciones como Goldman Sachs y sus políticas arriesgas con el otorgamiento de créditos arriesgados a usuarios poco solventes: los créditos subprime. El problema es simple, el pequeño empresario pedía un crédito y se endeudaba a un interés mucho más alto del ofertado normalmente en el mercado, pero con la ventaja de que dicho crédito era mucho más alto. Es lógico, a mayor riesgo mayor interés. Estos créditos los pedían generalmente particulares para comprar una casa un coche de lujo o alguna otra cosa más.
Ahora me pregunto: ¿Realmente es tan malo? Me pongo a pensar y yo también quiero la casa de mis sueños y un coche bonito. Trabajaría muy duro para conseguirlo. Pero el problema es que la casa de mis sueños es igual que la del banquero que me dará el crédito, y lo pero de todo es que no quiero solo su casa, sino también sus muebles, su coche y el saldo en su cuenta de ahorros. Es curioso, todos nos imaginamos en una casa espectacular, nuestros hijos estudiando en los mejores colegios, veranos recorriendo el mundo y exitosos negocios. Pero la presión social no se detiene ahí, realmente si dejo mi imaginación a volar, la lista no acaba, hay muchas cosas que se abren paso día a día en mi lista de las “cosas que tengo que hacer antes de morir”. Nada de esto es malo en sí mismo, pero el problema es no saber cuando parar. Existe una línea muy fina que divide la frontera entre la ambición sana y la codicia.
Tener ambiciones no tiene nada de malo, es más, eso es lo que mantiene en funcionamiento la economía de los países, se montan negocios prestigiosos y se crea trabajo: gracias a los emprendedores de hace 20 años, muchísimas familias pueden comer a diario hoy. Pero el problema de la ambición es que crea tolerancia, como la droga. Ambicionar mucho puede rechazar lo que tenemos, y a la vez, echar en falta lo que no tenemos. En este punto ya se ha perdido el norte: el trabajo, el esfuerzo y el confort de la familia dejan de tener valor en sí mismos, vienen a estar subordinados al ímpetu de escalar más y más. El codicioso siempre extrañara lo que no tiene y querrá más: nunca satisfecho. Estar en constante expectativa por el próximo logro debe de ser realmente agotador, son empresas que consumen y pueden arrebatarnos la tranquilidad.
Es cierto que la ambición puede ser buena, nadie dice que no, en cierta forma nos mantiene vivos y nos ayuda a ser mejores, pero es similar a un saco sin fondo. Jamás podremos llenar un saco en el que el límite es nuestra imaginación, por eso tenemos que cuidarla y ponerle un alto en algunas ocasiones. La codicia puede alterar nuestras prioridades y hacer que dejemos de lado las cosas que realmente son importantes. La historia nos dice que la codicia termina rompiendo el saco: no nos engañemos, el proceso no para en crear un exitoso negocio y dar trabajo a la gente, lo siguiente podría ser algo no tan honrado. Que quede claro, no es cuestión de ser buena o mala persona, seguramente los altos directivos de Goldman Sachs era buenas personas. En definitiva, deberíamos cuidar un poco más nuestras ambiciones.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

MIS SERIES

Padre de Familia aborda muchas cuestiones en sus episodios, de los que más me ha llamado la atención es la inmigración.

Peter Griffin comenzo un grupo en contra de los inmigrantes ilegales, pero cambia de opinión cuando averigua que nació en México. Entonces decide comenzar a vivir los problemas cotidianos de los trabajadores indocumentados en Estados Unidos como son: la imposibilidad de probar su nacionalidad y pasar el examen de naturalización y convencer a los investigadores de Migración que su matrimonio con Lois no es por interés.

Peter termina trabajando como jardinero y luchando todo el tiempo por los derechos de los inmigrantes.

¿Suena familiar? Quizá muchos antiinmigrantes no saben, como Peter, que tienen sangre mexicana.

EL TERRORISMO

El terrorismo es uno de los problemas más duros que ha sufrido España en las últimas décadas… y todo debido a el sentido de pertenecía de una parte de la población que se siente un pueblo independiente de España. No vamos a entrar a valorar esta ideología ni tampoco nos confesaremos a favor de una u otra postura. Pero debe quedar claro desde el principio nuestro más sincero y respetuoso repudio al terrorismo. No será un repudio en particular hacia alguna banda organizada sino, un repudio a cualquier tipo de terrorismo que se convierte en un medio para conseguir un fin (por muy noble que sea). Esperamos que nuestra postura trascienda todo tipo de ideologías y así dedicarnos a hablar exclusivamente del tema en cuestión: el terrorismo. Los terroristas justifican el uso de la violencia para conseguir sus objetivos, aunque esto les sea realmente contraproducente.
Cuando pensamos en terroristas, una idea que siempre aparece es su objetiva “cobardía”. No me refiero a cobardía como un riguroso antónimo de valentía, puesto que matan gente y eso no es ser cobarde en ningún sentido. Es mucho peor, es una puñalada por la espalda, una bala perdida en lo oscuro, una bomba en una universidad… Todo esto recuerda a una interesante escena de la película “Celda 211”: un preso se dirige a un etarra y admite que es un asesino profesional, “el más sanguinario de la prisión”, pero eso sí, “siempre desde lejos, un bombazo y se acabó”.
La intención no es otra que implantar el terror en la sociedad. Esa es su manera de hacer política: el terror, lastimar a la gente. Buscan que la sociedad y los gobernantes les den lo que piden, ofreciendo a cambio el cese de esa violencia: asesinatos, extorsiones y amenazas. Es totalmente contraproducente (un error de base): matan para conseguir algo a cambio y ofrecen dejar de matar si los políticos ceden ante sus pretensiones. Esto es, matan para después dejar de matar si consiguen doblegar a la ley. Ahora la otra cara de la moneda, ante esta situación se pueden adoptar distintas políticas: ignorarles, negociar con ellos o hacer lo correcto y tratarles como lo que son, asesinos. Y si la historia nos ha enseñado algo, es que nunca se negocia con asesinos. Negociar con terroristas supone tratarles de manera privilegiada y ciertamente, aceptar su forma de hacer política. Decimos de manera privilegiada porque para que ellos acepten la negociación alguien debe ofrecerles algo (la mayoría de ocasiones, liberar a presos, privilegios para los capturados, algún tipo de amnistía…) Hay que llamar a las cosas por su nombre, cuando negocias con terroristas estás justificando su violencia: les es rentable la sangre que han derramado, ofendiendo con ello directamente a las víctimas y sus familiares.
Concretemos un poco más y metámonos un poco en política (aunque dijimos que no lo haríamos), en esta materia algunos gobiernos españoles tienen mucho de lo que avergonzarse… ya que no solo han negociado con ellos, sino que han llegado a rebajarse a su nivel. El PSOE, en la gris época de Felipe González llegó a crear la GAL, que consistía básicamente en un grupo paramilitar “anti-terrorista” que se encargaba de matar a los terroristas que formaban ETA, aunque esto afectara directamente contra el “Estado de derecho” y contra toda lógica. Tan ilógico era la GAL, que llegó a cobrar vidas inocentes, igual que ETA. De las pocas cosas por las que hay que contentarse de este período es que el tiro no le salió del todo por la culata, menos mal que la GAL no terminó como las FARC: las dos nacieron para servir un fin magnánimo y pasó lo que pasó con las FARC.
Determinados medios afirmaron no hace mucho tiempo el “fin de ETA”, ya que estos afirmaron el alto permanente y el cese de su violencia. Eso sí, ni entregaron las armas ni pidieron perdón a las víctimas. En nuestra opinión, ETA se ha dado cuenta, aunque tarde, de que la violencia no lleva a ninguna parte… en realidad, se ha comprobado que cuanto más mataban más complicado tenían la consecución de su principal objetivo político: la independencia de Euskalerria. Al final, los únicos que justifican la acción de los terroristas son ellos mismos y sus simpatizantes. Esto se materializa en algo muy sencillo, si ya de por sí, es difícil conseguir adeptos para un partido “más moderado”, creemos que es imposible que la izquierda abertzale consiga adeptos con las políticas que maneja. Es inversamente proporcional el número de asesinatos a los votos hacia la izquierda abertzale.

martes, 8 de noviembre de 2011

SÁTIRA DE UNA AUTOBIOGRAFÍA

Creo que si una persona quiere escribir una autobiografía respetable, primero debe conocerse, conocer su entorno y saber lo que quiere de sí… Desarrollando los puntos anteriores, en primer lugar es necesario conocerse a fondo, ¿cómo se logra esto? En principio, no parece complicado, solo necesitas pensar cómo vives: lo que te ha pasado durante el día: tus logros, fallos, alegrías, penas… Personalmente, llevo varios años dejando un pequeño espacio para mí todos los días y doy fe de que cuesta mucho esfuerzo reflexionar sobre uno mismo. Pero más importante, creo que es aún más difícil ser sincero –creo que por esto admiro a los “geniecillos” que con treinta añitos escriben su autobiografía -.

En cuanto a mí, puedo afirmar que mis mayores logros y mis más estrepitosas caídas han sido fruto de una constante lucha entre mi corazón y mi mente: he logrado mantener un expediente académico alto, formar un gran grupo de amigos, apoyar a mi familia; pero también he traicionado a mis estudios, mis amigos y familia por algunos arranques de pasión. Por esto creo que mi mayor virtud es que soy una persona muy pasional (me gusta pensar que tengo un gran corazón). Aunque curiosamente, es mi mayor defecto también. De esto se derivan el resto de cosas buenas y malas de mi personalidad: tengo poder de decisión, trabajador y ordenado, un poco intolerante, estresante e irritable…

En segundo lugar, creo que es muy importante conocer el entorno en el que vives. Conocer a tu familia, amigos, tu ciudad, tu trabajo... pues nuestra vida depende del entorno en el que estamos. Hasta en los cambios más extremos debes conocer lo que te envuelve, por ejemplo si cambias de continente –yo lo he hecho, vine a estudiar mi carrera a otro continente- debes ser capaz de conocer la nueva gente, sus costumbres, cambiar y adaptarte.

Actualmente, vivo en Pamplona y estudio Derecho, una carrera que me apasiona. He aprendido mucho en la universidad, en la ciudad, de mis profesores y de mis amigos. He disfrutado cada día de mi vida universitaria, pero es innegable que mi familia y mis amigos de Ecuador me hacen mucha falta. Espero que esto me ayude a crecer como persona y me sea útil en el futuro. Todo es para bien.

Por último, creo que es fundamental saber lo que quieres en esta vida. No me refiero a dinero, logros profesionales, eso sería muy fácil de recoger en un ensayo y no tendría mérito. Además ni el trabajo ni el dinero te regalan o te compran la felicidad. Tienes que saber qué te va a hacer feliz y así, en algún momento de tu vida y seas muy mayor puedas afirmar “Qué bien he vivido, soy feliz” y no necesites escribir un libro con tus logros personales.

Yo disfruto compartiendo tiempo con los demás, con la gente que me quiere. Me gusta conocer nueva gente, hablar con ella, contarles cosas personales, que me las cuenten. En definitiva, me gusta pensar que mis amigos me consideran realmente su amigo, por esto tengo en muy alta estima el valor de la fidelidad.

He pensado mucho sobre qué incluir en este ensayo, es más, lo he estructurado según mis propias “reglas.”. Creo que no he aprendido nada nuevo sobre mí, pero estoy seguro de algo: admiro a la gente que escribe autobiografías. Seguro la mayoría no dedican absolutamente nada de su tiempo a pensar sobre su vida (curioso que la mayoría termina pensando cómo viven). Jamás escribiría una autobiografía.